Superar una pérdida en tiempos de confinamiento...




Imagen de elnortedecastilla.com
En estos  difíciles momentos en los que se encuentra nuestro país, confinado a consecuencia de la propagación del virus Covid-19, con miles de contagiados y fallecidos por esta terrible pandemia, se hace más acuciante que nunca dedicar unas líneas al duelo por la pérdida de nuestros seres queridos. 

Muchas y muchos de los  fallecidos, lo han hecho en la más absoluta soledad que se recuerde en la historia de nuestra nación. Sin contar con el acompañamiento, cariño y abrigo de sus seres queridos y allegados, salvo por la única compañía de sanitarios y cuidadores en su labor humanitaria.

Esas terribles y últimas horas también han sido muy dolorosas para sus familiares, ya que no han podido despedmOa pérdida. En la mayoría de los casos, los familiares han tenido que conformarse con recoger las cenizas del difunto/a, sin poder participar en los ritos públicos de transición al más allá, como velatorio,  misa de réquiem (para creyentes), entierro o incineración. Sin poder llorarles como se merecen y teniendo que reservar su dolor, su pena en la más absoluta intimidad de un hogar, ahora en confinamiento.  Además, se les ha privado de compartir su dolor y llorar en compañía de otros familiares,  seres queridos y allegados, la terrible pérdida de un familiar o amigo, que en algunos casos puede ser el esposo o esposa, el abuelo, la madre, el hermano o un entrañable amigo, … Toda una tragedia a lo que se suma el miedo al contagio por coronavirus.

La elaboración del duelo por pérdida ha de elaborarse de una manera saludable. Lo que resulta necesaria y recomendable para aceptar la pérdida, evitar secuelas emocionales posteriores o daño psicológico innecesario y recomponerse para seguir viviendo con ilusión, esperanza y alegría, a pesar de no estar ya nuestro ser querido a nuestro lado, pero sí su entrañable recuerdo.



  ¿Qué es el proceso de duelo?.

El duelo es una reacción natural después de la muerte de un ser querido.  Supone un proceso doloroso de más o menos duración, según los casos, de adaptación a la nueva situación.  Elaborar el duelo significa ponerse en contacto con el vacío que ha dejado su pérdida, valorar su importancia y soportar el sufrimiento y la frustración que comporta.

Aunque cada persona es un única y especial en cuanto a la aceptación y superación de una pérdida, sin embargo, el término medio suele estar entre uno y tres años. La intensidad y duración del proceso va a depender de  varios factores como el motivo del fallecimiento (esperada o repentina, apacible o violenta, por enfermedad o accidente,…), las características, frecuencia de contacto y duración de la relación con la persona fallecida. Tardar más de un tiempo prudencial (más de tres años), podría indicar que la persona se encuentra anclada en su duelo, no llega a superarlo adecuadamente y se ancla en los recuerdos y una tristeza continua, lo que llamamos duelo patológico

Podemos decir que hemos resuelto nuestro duelo cuando somos capaces de recordar al fallecido, sin sentir dolor ni pena, cuando hemos aprendido a vivir si él o ella, cuando hemos dejado de vivir en el pasado y podemos invertir, de nuevo toda, nuestra energía en vivir y en los vivos.

Las etapas del duelo.

No cabe duda que resulta de gran ayuda conocer las distintas etapas por las que una persona atraviesa hasta superar la pérdida de un ser querido. Cualquier tipo de duelo, ya sea  por el fallecimiento de un familiar o de alguien cercano a nosotros, como por la ruptura sentimental con una pareja, pasa por las mismas fases, salvo por algunos matices. 

En esta ocasión nos vamos a centrar exclusivamente en las etapas del duelo por una pérdida. 

(Pero si deseas ampliar información sobre el proceso de duelo por ruptura, te invito visites mi web www.josemiguelherruzo.com, la sección "procesos de duelo") .


1ª Fase, Shock y Negación: la persona entra en un estado de shock emocional, de incredulidad, le cuesta asimilarlo, es como si nada hubiera pasado o como si no fuera con ella. Se niega a creer en la pérdida, cree que todo está bien y que probablemente haya sido una equivocación o una simple pesadilla. Tiende a negar la dura realidad.

2ª Fase, Ansiedad, Ira y Culpa: la persona pasa por cambios frecuentes de humor. Se torna irascible, nerviosa, enfadada e indignada con ella misma, con la persona fallecida, con la expareja que la abandonó, con Dios, con el mundo. Está continuamente hablando de la pérdida o la ruptura y buscando culpables. Se pregunta continuamente el ¿por qué? de lo ocurrido. Y aparecen intensos sentimientos de rabia y culpabilidad contra uno/a mismo/a por su propio proceder en el pasado respecto al difunto/difunta, por ejemplo, reprocharse a sí mismo por no haberle dedicado más tiempo, más atenciones, más visitas, más muestras de cariño, haber tenido menos discusiones o enfados,... Suelen aparecer comportamientos adictivos para intentar sobrellevar el dolor de la pérdida (alcohol, drogas, juego,…).

3ª Fase, Tristeza y Depresión: la persona reclama frecuentemente aquello que perdió o desea reunirse con la persona que murió. Se sumerge en un estado de abatimiento continuo o estado de depresión, a consecuencia de la pérdida, más intenso en función del tipo de unión con la persona fallecida (si estaban o no muy unidos). Llanto frecuente, pena, cansancio, verbalizaciones continuas sobre lo ocurrido. Pueden aparecer ideas recurrentes de muerte y suicidio, incluso, refugiarse en la ingesta de alcohol para aliviar su pena. En esta etapa, hay quien presenta sueños con la persona fallecida o ausente, perdiendo el interés por la comida, el sexo, la compañía, actividades de ocio, tiende a aislarse, presentando problemas con el sueño.

4ª Fase, Aceptación, Perdón y Recuperación: finalmente la persona acepta el hecho irremediable de la pérdida del ser querido. Es capaz de hablar más tranquilamente acerca de dicha pérdida, no muestra fácilmente su afectación emocional y, finalmente, se adapta a la nueva situación. Se le deja ir, se cierra ese capítulo en su corazón. 

Llega el momento del ¿para qué?, buscando un significado espiritual a la muerte del ser querido. Le pide perdón por el daño que le haya podido causar mientras vivía y se siente capaz de volver a asumir sus responsabilidades parentales, familiares, laborales, sociales y de ocio. Ha terminado por aceptar y asumir la pérdida de su familiar o ser querido. Se aprende a vivir sin esa otra persona a nuestro lado. Poco a poco recuperas la capacidad de experimentar placer, de disfrutar, la alegría de vivir, vuelves a cantar y bailar sin sentirte mal por ello... En definitiva, vuelves a la normalidad.  



Algunas reflexiones sobre el duelo.

· Las etapas se entremezclan, muestran  avances y retrocesos. Las etapas del duelo no son inamovibles y estancas, sino que una persona puede pasar de la primera a la tercera fase sin pasar por la segunda o cuando ya se encuentra en una determinada fase, retroceder durante un tiempo a la fase anterior. Hay autores, incluso que muestran una división diferente de las etapas, o amplían el número de ellas, sin embargo, en lo que sí coincidimos todos los profesionales es que resulta necesario que la persona atraviese todas y cada una de las etapas, con mayor o menos duración e intensidad, pero cada una de ellas. De manera que, cuando una persona se encuentra en la última etapa del duelo, ese proceso ya está convenientemente elaborado de una manera saludable para el bienestar emocional del individuo.

·   Un duelo está superado cuando aprendemos a vivir sin esa otra persona a nuestro lado. Le recordamos sin que las emociones nos bloqueen o remuevan por dentro..

·    Cada persona muestra su propio ritmo de elaboración del duelo.

· Finalizar un duelo, puede tener un significado diferente para cada persona.  Es decir, para algunos, significa el cierre de un capítulo en su vida, en cambio para otros, perdonarse a uno mismo, incluso para otros, una liberación, descanso y consuelo y, para otros muchos, poder recordar al difunto o difunta con ternura y gratitud,… Todo ello dependerá de las  características del vínculo afectivo, que se mantenía con esa persona.

·    Si  tras un tiempo prudencial, sientes que aun te cuesta superar su pérdida o ausencia y sigue emocionándote al recordarle, ello significa que te encuentras “anclada en tu duelo” y te está costando superarlo, conviene entonces que solicites ayuda profesional.


                                               
“Se dice que el tiempo lo cura todo, sin embargo, lo importante es lo que cada uno haga con el tiempo". 



Resumiendo, la persona ha de decidir si dedica el paso del tiempo a seguir triste, regodearse en su dolor, recordar al difunto/a con melancolía o echar continuamente de menos lo que se tenía con esa persona que le dejó o, por el contrario, invertir el tiempo en aceptar su pérdida, llorar su ausencia, tomar la riendas de su vida y aprender a vivir felizmente sin esa persona a su lado. 

Recuerda que sus recuerdos y su imagen siempre te acompañará, quedará en tu corazón, pero tienes muchas mas razones para seguir viviendo felizmente. Nadie debe permitir que su pasado, por feliz y maravilloso que haya sido al lado de su ser querido, limite su presente y, mucho menos, escriba su futuro. 


Espero que mi artículo te haya ayudado a resolver tus dudas o a ampliar tus conocimientos. Si te ha gustado, dale a “Me gusta” y comparte. 

Gracias por seguirme.

¡Nos vemos en mi siguiente post!

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